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EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS por ÓSCAR PORTELA

A Gabriel Ramirez

A pasado el tiempo, la sucesión, y nada a sucedido.
Aquí estoy más expuesto que nunca a los demonios
Y a la intemperie de la acumulación, que los espectros
Han dibujado en soledad para mis sueños: las brevas
ha tiempo están para caer y desde ahí reclamar
A los vivos lo que no fue cumplido. Olvidar fue la tarea
Que me impuse a mi mismo, mas poderosos hados impidieron
Que en paz, los fantasmas hablaran con los vivos.
Deste modo nada ha sido olvidado. Todo permanece
de igual modo, aunque
Fluyan la sucesión, y los deseos, o la imaginación, lean ya solo
Los nombres inscriptos en las lápidas. Madre, padre,
Amantes, amigos, volaron como huyen cornejas en
Invierno, Patria que soñé cuando niño y ahora,
En andrajos, pide mendrugos en las esquinas más siniestras.
A veces en silencio, veo un cielo infinito alumbrado
De titilantes astros, y escucho en madrugadas claras
Como el agua que vierten las montañas, el grito de los
Monos en los montes de infinitas praderas.
En verdad me digo, han pasado ya siglos y el que
Ahora reclama, silencio y paz, amortajado está por
La impudicia que los mortales trajeron a las viñas:
Descansaré algún día? Como canes los demonios
Se ensañarán conmigo? O el milagro que aquí,
Sin que lo vea, y en mis últimas horas deparará
Ternuras, nunca vistas, sentidas, sobre la piel añosa
Deste árbol ya muerto, resucitado entonces?
No hay respuestas. Ominoso silencio a la pregunta
Y sangra el corazón del hombre niño. Donde está el
Sembradío, donde las rizas que en el jardín florecen,
Y el inocente juego del tiempo, que el niño Dios contiene
Entre sus manos? Que esperar ya sino el invierno
Torbo que se acerca sugiloso a nuestras puertas?. Pequeño,
Pequeño, el corazón del hombre languidece en la tarde
Mientras Bastiano espera la llegada del Huno,
Que alguna vez, con su flecha mortal, inspiró a los guerreros.
Pequeño es el horror de la línea de sombra
En que la nada crece, junto al desierto de los tartaros.
Aquí estoy, entre ruinas, esperando, lo que no debía ser.

Septiembre 2004. Corrientes. Argentina. Oscar Portela

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